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domingo, 29 de enero de 2012

Aborto, decisión ética o moral

Oswaldo Guayasamin

 Las leyes restrictivas y la moral impuesta por la alta jerarquía de la iglesia católica con respecto a la interrupción del embarazo son formas de violencia y discriminación hacia la mujer, juzgarla es una manera de no asumir la pobreza, los problemas sociales derivados del sistema capitalista y la desigualdad de género como una responsabilidad colectiva, así lo afirma la teología feminista.

Por Jenny Soto

En Venezuela el aborto está penado severamente según el artículo 430 del Código Penal. A pesar del miedo a la cárcel las mujeres interrumpen sus embarazos, incluso son capaces de exponer a riesgo su salud y su vida. Esta realidad es la evidencia más clara de que esta ley restrictiva no es la solución a un problema de Salud Pública.

En el imaginario social y cultural de nuestro país, así como en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, está presente el aborto como un delito grave que no solo transgrede las leyes sino la moral, por lo tanto, las mujeres que han interrumpido su embarazo son sancionadas también por la sociedad.

A la ilegalidad del aborto, se suma el dogma religioso, el amarillismo, la falta de información y de profundización sobre el tema en los medios de comunicación, la resistencia del Estado a tomar acciones concretas ante esta situación y el miedo de los políticos a perder popularidad por asumir una postura a favor de la legalización del aborto de forma pública. Estos son los principales elementos que explican por qué el aborto no es tema actual en la agenda legislativa y en debates abiertos.

Más grave que el silencio sobre el tema, es que cada vez que se toca es para ratificar al aborto como un delito. Es precisamente ese lenguaje simbólico a través de la política, los medios y la iglesia, lo que configura la actual cultura de rechazo al derecho de la mujer a informarse y decidir.

Una mirada desde la teología feminista

La brasilera Ivone Gebara, es la primera monja católica en identificarse con la teología feminista en América Latina, hizo público su pensamiento a principios en 1993 a través de una entrevista publicada en la revista Veja de Brasil.

Allí declaró que “el aborto no es pecado, el Evangelio es un conjunto de historias que generan misericordia y ayudan en la construcción del ser humano. La dogmática del aborto ha sido fabricada a lo largo de los siglos. ¿Quién escribió que no se puede controlar el nacimiento de los hijos? Han sido curas, hombres célibes, encerrados en su mundo en el que viven confortablemente con sus manías. No tienen mujer ni suegra y no se preocupan de un hijo enfermo; algunos de ellos hasta son ricos y poseen propiedades. Así, es fácil condenar al aborto.”

Esta postura le costó a Gebara sanciones por parte de la jerarquía católica y el exilio. Le exigieron que se retractara y por el contrario, escribió un texto que tituló La legalización del aborto vista desde el caleidoscopio social, allí escribió que “La legalización es, apenas, un aspecto coyunturalmente importante de un proceso más amplio de lucha contra una sociedad organizada sobre el aborto social de sus hijos y de sus hijas.” 

Según Gebara, una sociedad donde no existen las condiciones materiales dignas para el desarrollo integral y espiritual de los seres humanos, donde las la maternidad es una traba frente a la realización laboral y económica de la mujer, donde los hombres están libres de responsabilidades, mientras se culpabiliza a la mujer “es una sociedad abortiva, machista y excluyente”.

La penalización del aborto “es una forma de encubrir la matanza indiscriminada de poblaciones enteras, igualmente inocentes aunque en forma diferente, ya sean víctimas de guerra o de procesos económicos, políticos, militares o culturales vigentes en nuestra sociedad”, explica Gebara.

Culpabilizando a la mujer, el Estado y la iglesia se lavan las manos con respecto a los abortos causados por hambre, insalubridad y machismo, además no se hacen responsables por la muerte de innumerables mujeres a causa de abortos inseguros y que antes no tuvieron acceso a la información y a la educación, porque el mismo sistema se los negó.

Para Gebara “la criminalización de este hecho, es una forma de encubrir nuestra responsabilidad colectiva y nuestro miedo de asumirla públicamente”.

Educación para prevenir

Desde el punto de vista de la ciencia, la mejor forma de evitar el aborto es a través de la prevención de embarazos no deseados, en este sentido, el doctor Rogelio Pérez D` Gregorio, presidente de la Sociedad Venezolana de Ginecología y Obstetricia (Sogv) señala la importancia de la educación en salud sexual y reproductiva, así como la creación de un sistema de planificación familiar.

“Estoy de acuerdo con que se flexibilice el Código Penal porque no es posible que todavía exista esa restricción con el aborto. En los países donde existe el aborto legal, este no se convierte en método anticonceptivo, pues las cifras no aumentan por aborto, los resultados reflejan la disminución de la mortalidad por aborto inseguro”, afirma el doctor Pérez D` Gregorio.

Contrario al punto de vista científico, están las ideas de la iglesia y su doctrina enfocada en evitar la educación sexual a niños y jóvenes por miedo a que tengan relaciones.

Según Pérez D` Gregorio, el alto porcentaje de embarazos adolescentes demuestra que esta enseñanza, adoptada por la mayoría de las familias venezolanas, no funciona para evitar que los y las adolescentes mantengan relaciones sexuales, al contrario, motivados por el entorno mediático y social que promueve deliberadamente el sexo, se inician a escondidas de sus padres sin tener el mínimo de información para prevenir embarazos y enfermedades de transmisión sexual.

La jerarquía católica condena el aborto

Según se puede apreciar en las encíclicas papales, la iglesia católica impone un conjunto de doctrinas en torno a la sexualidad. Declaran a los métodos anticonceptivos como abortivos, exceptuando los naturales, condenan el derecho al placer, al conocimiento del cuerpo y determinan que toda relación sexual debe practicarse para procrear, lo cual no es viable desde el punto de vista de la salud sexual y reproductiva. Esto demuestra que la iglesia no comprende las necesidades humanas reales.

Estos valores tradicionales son, evidentemente, una forma de dominación. Dentro de la cultura patriarcal, la maternidad representa un mandato biológico y la realización máxima de la mujer, quien debe llevar una vida sumisa, si no lo acepta, estará mal vista por la sociedad.

Así como el código penal condena a la mujer, el derecho canónico católico aprobado en 1869 por el Papa Pío IX declara la excomunión a las mujeres que abortan voluntariamente. Muchas mujeres se preguntan cómo se sanciona a los hombres que abandonan a una mujer embarazada o a sus hijos y cuáles son las acciones de la iglesia para enfrentar la miseria en la que viven muchas familias.

La postura de la iglesia refleja una doble moral, para las mujeres existe la culpa y la condena por tomar decisiones libres con respecto a su vida y su cuerpo, mientras que la iglesia no se pronuncia tan severamente ante los casos de pederastia, la muerte de mujeres víctimas de la violencia por sus parejas, la muerte de niños en condiciones de pobreza y el abandono infantil.

Se habla del feto como un ser humano que vale más que una mujer, cuando en la realidad vemos que la vida extrauterina no se protege con tanto afán, ni por el Estado, ni por la Iglesia, ni por los medios.
Solo basta ver como se le cierran las oportunidades a una madre adolescente ¿la ayudará la iglesia a continuar sus estudios? ¿Le aportarán condiciones materiales dignas para su desarrollo y la crianza de su hijo o le impondrán la maternidad como un castigo que debe pagar por haber cometido el pecado de tener relaciones sexuales?

A pesar de que quieran relacionar a Dios con la vida, el respeto y el amor, la historia nos recuerda que en nombre de Cristo y la religión se han realizado guerras, se ha torturado, se ha robado, se han ocultado conocimientos y se ha perseguido a quienes lo producen. Solo basta recordar el genocidio durante la conquista en América y la inquisición. Esto quiere decir que no siempre las ideas religiosas son garantes de libertad y vida.

Para el autor Eduardo del Castillo, en su libro Ética, valores y aborto, la moral parte de los dogmas religiosos reflejados en los cánones católicos donde las cosas se valoran como el bien o el mal. El tema de la moral ni siquiera es universal, este varía de acuerdo a la cultura, costumbre o religión. No todas las religiones condenan el aborto, por ejemplo.

Mientras que “la ética nos permite la práctica reflexiva de nuestras libertades”, expresa Castillo, la decisión de interrumpir o no un embarazo indeseado, es algo que se piensa a partir de un diálogo interno, el análisis del entorno y las posibilidades. La ética es laica.

Esto lo reafirma la periodista y teóloga María López Vigil, quien explica que la ausencia de mensajes sobre el aborto en la Biblia quiere decir que la decisión ante un embarazo no deseado le pertenece a la propia mujer, esa decisión parte de su conciencia y su propia reflexión. Si la Biblia no demuestra una orientación explicita, esta se debe buscar internamente, es decir, desde la ética.