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miércoles, 29 de enero de 2014

En mis Andares de Doula…

La fuerza ancestral de tu nacimiento: José Atahualpa
Por Jenny Soto

Desde el inicio de semana tu mamá me avisó que probablemente llegarías el viernes 24 de enero. Con casi 41 semanas ella se sentía plenamente lista para tu llegada, preparando su nido. El viernes en la tarde recibí su llamada ¡ya entré en trabajo de parto! Tu mamá y tu papá trajinaron toda la tarde por la ciudad de Caracas, hicieron diligencias, fueron a comer, estuvieron atrapados en el tráfico, andaban con sus maletas y  las cosas para tu bienvenida de aquí para allá. Cada tanto hablábamos por teléfono y escuchaba a tu madre con una voz muy serena.

Como siempre, le pido al universo que todo salga bien, no solo con los nacimientos, sino con mi familia, pedía luz para mi compañero, que rompiendo los esquemas del macho tradicional quedó a cargo del cuido de nuestras 2 hijas, Mora de 4 años y Abril, lactante empedernida de 9 meses, a quien le costó calmar el llanto.

Llegué a la clínica alrededor de as 8pm, tus padres estaban tranquilos, moviéndose suavemente de un lado a otro, los percibí como una pareja muy armónica. Antes solo tuve un encuentro con tu mamá en el curso prenatal, sin embargo, el día de tu nacimiento la empatía fue inmediata. Bajé las luces y les sugerí que se pusieran ropa cómoda. El ambiente estaba silencioso, tenue y cálido, de noche baja el ruido en la clínica y eso favorece.

Tu mamá se balanceaba de un lado a otro y noté que tensaba un poco los hombros, así que le ofrecí masajes que iban hasta la cabeza y a los lados de su frente, bajé a su espalda y durante las contracciones le hacía contrapresión en la pelvis. Hicimos una visualización en la que imaginábamos a una flor que se abría y así mismo, con la misma perfección de la naturaleza, ella también se abría y se convertía en un canal al expandirse para permitir tu nacimiento.

Percibí a tu madre como una mujer muy abstraída y centrada, casi siempre mantuvo los ojos cerrados, y seguramente estaba un poco cansada porque se dormía por unos minutos cada tanto. Casi nunca dejó de moverse, ella estuvo en la esfera de gimnasia, se puso en cuclillas, en 4 puntos, iba a la silla de partos, se abrazaba a tu padre quien la recibía amorosamente con todas las ganas de sentir con ella las vibraciones de tu llegada y juntos danzaban. El rostro de tu madre era orgásmico, estaba llena de oxitocina y endorfinas. Su actitud era de entrega y placer. Cada tanto el médico se asomaba, sigiloso para no interrumpir el silencio.

Le dije a tu mamá que percibiera la fuerza ancestral de todas las mujeres de su linaje, que todas alrededor reunidas cantaban para ella y en un instante pudimos ver como se asomaba la bolsa de aguas entre el canal vaginal, sostuve a tu mamá por la espalda, tu papá estaba adelante para recibirte y con mucho esfuerzo naciste. Pudimos ser testigos una vez más de la perfección y belleza de la naturaleza, algunas lágrimas corrieron de emoción y después de tanto silencio tu madre por fin habló para declararte amor, tu saboreabas su piel con gusto y agradecimiento mientras ella aún alumbraba. Tu placenta hermosa fue conservada de inmediato por tus padres.


 Eran las 2 am del 25 de Enero. No hicimos más que contemplar y allí seguías enamorado sobre la piel de tu mamá, ella sonreía, estábamos todos sonriendo, felices. Yo quería quedarme un poco más, pero me esperaba mi familia y ya mis senos estaban llenos de leche, a punto de doler. Luego en casa me acosté satisfecha, bendije esa noche y a ti también, pensaba en que seguro estabas tomando teta, así mismo como mi pequeña en ese instante. Al rato entré en el sueño profundo, entregada al descanso.