La Devastación del Patriarcado

La Carencia y la Castración del Deseo Materno, Desde la mirada de Casilda Rodrigañez

Semana Mundial del Parto Respetado 2014

Conversatorio: Cuentos de Parto

Ciclo de Cine-Foros "Por El Poder de Parir". Entrada Libre

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El Nacimiento de Abril

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lunes, 15 de septiembre de 2014

En mis andares de doula

Alhelí, Flor de Amor

Por Jenny Soto


Alhelí, así escucho que te llaman tus padres Miguelángel y Ana Karina, los conocí desde que te gestaban. Me dieron toda su confianza solicitando que los acompañara en tu nacimiento y me invitaron a su casa, enseguida tejimos un vínculo de comadres. Tu mami sonreía mostrándome todo el arte que había hecho inspirada por ti: mándalas, acuarelas y palabras… Yo sentí admiración y escuché atenta cada uno de sus deseos.
Percibí a tu padre como un hombre con mucha sensibilidad, enamorado profundamente de tu madre y de ti, dispuesto a todo el aprendizaje de la paternidad. Ana se había preparado con mucho amor para ser madre, lo hizo desde la conciencia, cuidando de su cuerpo, limpiando sus pensamientos, alimentando su intuición y cantándole a su naturaleza de mujer salvaje, la mujer que se conecta en cuerpo y alma.
El 21 de agosto mi hija Mora me despertó casi a las 5 am, gracias a ella vi el mensaje en el teléfono: “Ana empezó expansiones desde la 1am, avísanos cuando despiertes” los llamé inmediatamente y quedamos en encontrarnos a las 6:30 am en la clínica. A esa hora Beltrán, el médico, midió 7cm de dilatación. Tu madre estaba siendo atendida con mucho amor por tu papá, tu abuela Doly y tu tío Rubén Darío quien estaba a cargo de la logística y de mantener al tanto a los familiares. Inmediatamente ofrecí también mis manos y mi energía.
Al rato las expansiones se volvieron más largas e intensas, tu mamá gritaba, rugía y se movía, ella buscaba la armonía en su cuerpo mientras se transformaba y su alma surgía a la superficie. Respiré a su ritmo y me convertí en la voz que salía del fondo de su ser para recordarle su poder para parir. Dancé junto a ella el baile de la vida, me dejé llevar por esa danza en espiral, con los brazos abiertos hacia el cielo, arraigadas a la tierra, rindiéndonos ante tu inminente llegada. La invité a respirar y a exhalar lentamente durante el pico de la expansión para alejar al dolor, mamá dejó de gritar y su voz se convirtió en un canto suave.
Cada vez nos inclinábamos más, como atraídas hacia la tierra, Migue sostenía a mamá por la espalda, estaba totalmente presente y entregado, le susurraba cosas al oído, también se acercaba a la barriga para llamarte a la vida, tú te movías. Mamá me pedía palabras, solo aquellas que le resultaran como bálsamo, como brisa fresca, aquellas que la conectaran con los dones de su linaje materno, palabras que invocaran la presencia de sus ancestras.
La abuela, con actitud serena, se acercaba cada tanto a ofrecer masajes sanadores, un beso, una frase reconfortante o una taza con infusiones de hojas de higo y canela, medicina natural, útil para aligerar el dolor de las expansiones y hacerlas más efectivas.
Unos minutos antes de tu nacimiento mamá sintió calambres en las pantorrillas, era el cuerpo hablando, expresando algún bloqueo energético, trayéndola al presente. Junto a la abuela hicimos masajes y mamá pudo encontrar bienestar.
Mamá se ubicó en cuclillas para expandir las caderas, Migue sostenía su espalda y ella apretaba sus manos, vi sus ojos volteados hacia adentro al experimentar orgasmos durante las ráfagas. Ubicada justo en frente de ella, empecé a ver el saco amniótico intacto que se asomaba entre los labios vaginales. Se sentía un olor a hierro, a sangre mezclado con sudores corporales, el olor del parto. Con alegría les anuncié que ya iba a nacer la flor de amor.
Entonces vi tu cabeza deslizarse suavemente, de mis ojos fluían lágrimas mientras acercaba mis manos para recibirte, sentí un torrente de energía al tocar la humedad cálida de tu cuerpo, venías envuelta en tu mantilla, luego se reventó el saco amniótico y en mi ropa cayeron algunas esquirlas. Agradecí el milagro de la vida y te cubrí con mis manos mientras te llevaba hacia el vientre de tu madre, ella te abrazó, papá soltó lágrimas, todos contemplamos tu hermosura. Eran las 8:45 am.
Al rato recordé al famoso médico partero Michel Odent, quien habla del “reflejo de eyección del bebé” con respecto al pujo. El explica que cuando se les da suficiente tiempo y privacidad a las mujeres, ellas dilatan su cérvix naturalmente hasta que se sienten preparadas para pujar sin instrucciones de nadie y sin apuro, así como cuando estornudas o evacúas, no se puede adelantar ni retrasar. Así fue tu nacimiento, natural, tu mamá empoderada ni siquiera se lastimó el periné.
Después llegó el médico y vio que todo estaba bien. Al dejar de latir el cordón umbilical papá hizo el corte y pronto alumbró la placenta. Mamá te llevó a la altura de su pecho, los tres se miraban fijamente, sus almas se decían cosas sin hablar. Allí el tiempo se detuvo un buen rato, incluso sonó tu canción, “A primera vista” de Bahiano.
Tal como se espera en un nacimiento armónico, estuviste un largo rato envuelta en la piel desnuda de tu madre, solo tenías medias y gorrito, a ambas las cubrimos con mantas calientes. Con paciencia esperamos a que empezaras a beber de su pecho el sagrado calostro, los cuerpos se acoplaron con toda naturalidad. Luego el pediatra te hizo un breve chequeo, la presencia y la voz de tu papá siempre te acompañaron para protegerte. En ese instante mamá comió un trocito de placenta fresca, como es natural en las mamíferas, medicina a la medida del propio cuerpo, útil para contraer el útero y prevenir hemorragias post parto.
Yo miraba a tu madre a los ojos y me sorprendía su brillo y su profundidad, era como percibir de un vistazo la experiencia y la sabiduría ancestral que se concentran en su alma y se expresan en su cuerpo. Ella se veía feliz y poderosa, era como ver algo de otro mundo. Tus ojos bien abiertos, como quien sabe lo que quiere, buscaban esos ojos profundos para seguir tejiendo historia. Así mismo buscabas la mirada de tu padre, seguías el sonido de su voz y el demostraba la satisfacción de vivir un nacimiento que también fue suyo.
Estuve de visita en tu casa los días siguientes junto a nuestra amiga Diana Vegas quien ha traducido todo un conocimiento interesante sobre la placenta, integrando ciencia y saber ancestral. Ella convirtió tu placenta en cápsulas y en tintura medicinal. También conversamos con mamá, papá y abuela sobre las impresiones surrealistas del parto y lo placentero de esta experiencia, no solo para la nueva familia que nace, sino para quienes tuvimos el privilegio de acompañar con amor un nacimiento armónico a través de la voz interna de la mujer sabia y el protagonismo de la tríada.