Feminizar la esfera pública
Por Jenny Soto
Por Jenny Soto
Desde la lucha feminista,
las mujeres hemos conquistado cada vez más la esfera pública. Ahora bien, es
importante feminizar este espacio, que puede ser más equilibrado y más humano,
con la consciencia de que la defensa de la crianza es una lucha a favor de
hombres y mujeres. La mujer puede y tiene la necesidad de desarrollarse profesionalmente
y económicamente, de la misma forma quiere criar a su bebé, solo que para
lograr ambas cosas, el entorno social tiene que acompañar, apoyar y facilitar
la inclusión del hombre.
Si bien es
cierto que las mujeres hemos logrado el derecho a la educación y al trabajo, ha
sido bajo condiciones desiguales desde la perspectiva patriarcal, pues aún esta
esfera pública no comprende a la crianza como un trabajo que produce riqueza y
bienestar social.
El trabajo debe darnos
calidad de vida. Estamos dedicando más tiempo a producir para el sistema que en
nutrirnos de placer, de felicidad y de paz. Ahora el tiempo es riqueza, el
tiempo para comer juntos, amarse y recrearse. Sin embargo, por más que
trabajemos estamos siendo pobres, vivimos enfermxs naturalizando la patología,
además estamos en una competencia, una carrera constante que no sabemos
exactamente a donde nos lleva. Cuando hablamos de feminizar la esfera pública,
hablamos de humanizarla, de visibilizar la importancia de la familia y darle
prioridad. Si democratizamos el debate seguramente llegaríamos a conciliar
familia y trabajo realmente.
Al contrario de
la visión patriarcal de la crianza como un proceso individual y privado,
Crianza en tribu lo considera como una cuestión política que en el contexto
social que vivimos actualmente requiere constante discusión pública para
transformarla.
La crianza en
tribu no implica que el núcleo familiar se deshaga de sus responsabilidades,
por el contrario, lo fortalece y busca el reconocimiento social y político del
trabajo de la crianza para que sea valorado y respetado, de acuerdo a las
propias necesidades humanas.
Planteamos el
respeto a la lactancia materna sin que la madre tenga que escoger entre la
salud de su bebé, el trabajo para no morirse de hambre o privarse de hacerlo
por vergüenza; implica el reconocimiento cultural y social de la paternidad
para que los hombres tengan espacio para los cuidados y para disfrutar de
brindar afecto en el hogar; implica el respeto al nacimiento de los seres
humanos sin que esté por encima el interés capitalista y la visión de la
medicina patriarcal e implica que las mujeres decidan el cómo y el cuándo de su
maternidad libremente.
Para profundizar esta reflexión asiste al I Ciclo de Conversatorios Por una Maternidad libre de Violencia
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