La fuerza ancestral de tu nacimiento: José Atahualpa
Por Jenny Soto
Desde el inicio de semana tu mamá me avisó que
probablemente llegarías el viernes 24 de enero. Con casi 41 semanas ella se
sentía plenamente lista para tu llegada, preparando su nido. El viernes en la
tarde recibí su llamada ¡ya entré en trabajo de parto! Tu mamá y tu papá
trajinaron toda la tarde por la ciudad de Caracas, hicieron diligencias, fueron
a comer, estuvieron atrapados en el tráfico, andaban con sus maletas y las cosas para tu bienvenida de aquí para allá.
Cada tanto hablábamos por teléfono y escuchaba a tu madre con una voz muy serena.
Como siempre, le pido al universo que todo salga bien, no
solo con los nacimientos, sino con mi familia, pedía luz para mi compañero, que
rompiendo los esquemas del macho tradicional quedó a cargo del cuido de
nuestras 2 hijas, Mora de 4 años y Abril, lactante empedernida de 9 meses, a
quien le costó calmar el llanto.
Llegué a la clínica alrededor de as 8pm, tus padres
estaban tranquilos, moviéndose suavemente de un lado a otro, los percibí como
una pareja muy armónica. Antes solo tuve un encuentro con tu mamá en el curso
prenatal, sin embargo, el día de tu nacimiento la empatía fue inmediata. Bajé
las luces y les sugerí que se pusieran ropa cómoda. El ambiente estaba
silencioso, tenue y cálido, de noche baja el ruido en la clínica y eso
favorece.
Tu mamá se balanceaba de un lado a otro y noté que
tensaba un poco los hombros, así que le ofrecí masajes que iban hasta la cabeza
y a los lados de su frente, bajé a su espalda y durante las contracciones le
hacía contrapresión en la pelvis. Hicimos una visualización en la que imaginábamos
a una flor que se abría y así mismo, con la misma perfección de la naturaleza,
ella también se abría y se convertía en un canal al expandirse para permitir tu
nacimiento.
Percibí a tu madre como una mujer muy abstraída y
centrada, casi siempre mantuvo los ojos cerrados, y seguramente estaba un poco
cansada porque se dormía por unos minutos cada tanto. Casi nunca dejó de
moverse, ella estuvo en la esfera de gimnasia, se puso en cuclillas, en 4
puntos, iba a la silla de partos, se abrazaba a tu padre quien la recibía
amorosamente con todas las ganas de sentir con ella las vibraciones de tu
llegada y juntos danzaban. El rostro de tu madre era orgásmico, estaba llena de
oxitocina y endorfinas. Su actitud era de entrega y placer. Cada tanto el
médico se asomaba, sigiloso para no interrumpir el silencio.
Le dije a tu mamá que percibiera la fuerza ancestral de
todas las mujeres de su linaje, que todas alrededor reunidas cantaban para ella
y en un instante pudimos ver como se asomaba la bolsa de aguas entre el canal
vaginal, sostuve a tu mamá por la espalda, tu papá estaba adelante para
recibirte y con mucho esfuerzo naciste. Pudimos ser testigos una vez más de la
perfección y belleza de la naturaleza, algunas lágrimas corrieron de emoción y
después de tanto silencio tu madre por fin habló para declararte amor, tu
saboreabas su piel con gusto y agradecimiento mientras ella aún alumbraba. Tu
placenta hermosa fue conservada de inmediato por tus padres.
Eran las 2 am del
25 de Enero. No hicimos más que contemplar y allí seguías enamorado sobre la
piel de tu mamá, ella sonreía, estábamos todos sonriendo, felices. Yo quería
quedarme un poco más, pero me esperaba mi familia y ya mis senos estaban llenos
de leche, a punto de doler. Luego en casa me acosté satisfecha, bendije esa
noche y a ti también, pensaba en que seguro estabas tomando teta, así mismo
como mi pequeña en ese instante. Al rato entré en el sueño profundo, entregada
al descanso.