Por Jenny Soto
El
hombre y la mujer nuevos están hechos de amor, de piel y leche materna. Tienen
patria y matria porque están arraigados a su madre, su primer territorio. Son
soberanos y autónomos porque son libres para decidir cuándo, dónde y de que
nutrirse y sus deseos afectivos son com-placidos por la madre. La conciencia de
lo humano, el valor de lo natural, el amor a sí mismo y al prójimo se aprenden
desde el contacto con el cuerpo materno.
Si
observamos con detenimiento como nacen y de qué se nutren los seres humanos al
nacer, nos daremos cuenta que se repite lo mismo en lo social, económico y
político. Así como nacemos, así es el país. Si creemos en la escasez y la
carencia es porque nuestros deseos básicos, de mamar y estar piel a piel no los
vivimos o los vivimos poco. Si padecemos de violencia es porque nacemos con
violencia y la infancia es violenta porque es desatendida, porque los adultos
están muy ocupados haciendo cosas importantes y productivas, trabajando sin
incluir en esa jornada laboral el espacio para amamantar y criar. El ser humano
sobrevive a la aridez de la infancia, pero no vive bien. Para sanar al país hay
que amamantar y sanar la forma de nacer.
Las
trabajadoras y los trabajadores son reconocidos si dedican más tiempo al
trabajo y la vida pública, pero quien dedica espacio para cuidar a sus crías tiene
menos reconocimiento, sin embargo, ya somos un movimiento de madres
revolucionarias y trabajadoras que estamos alzando la voz para que se visibilice
que amamantar y criar es parte de la jornada laboral.
Si
dependemos de la medicalización, de lo artificial, si no encontramos nuestras
raíces y nuestras propias fortalezas, nos controlarán y nos chantajearán
fácilmente con la especulación y el acaparamiento de productos industriales que
en realidad no son necesarios para la vida, de hecho en tiempos pasados no
existían. Del mismo modo que ingenuamente aceptamos las drogas, nos hacemos
adictos y después nos controlan con eso.
No
se puede seguir haciendo la revolución solo en la esfera pública, sin atender
el cuidado propio y el de los seres más cercanos, nuestros hijos e hijas. Si
vamos a hacer la revolución que sea con nuestros hijos amamantados, fuertes
para enfrentar a cualquier imperio. ¿Hace falta seguir creando más políticas
para remendar las consecuencias de la falta de cuidado en la infancia o hace
falta cuidar a la familia?
Amamantar
y criar es trabajar por nuestro país. Si tenemos leche materna no hay escasez,
ni pobreza, ni carencia. Si tenemos madre, tenemos seguridad y soberanía. Si
estuvieran más fortalecidas las políticas de apoyo a la crianza y el
amamantamiento no nos chantajearían con el acaparamiento de las fórmulas
lácteas. ¿Les vamos a seguir el juego? ¿Vamos a importar más fórmulas lácteas?
Hugo Chávez fue claro en el Plan Patria, en el objetivo 2 propuso aumentar en
un 70% la cifra de lactancia materna, en ninguna parte habla de producción o
importación de fórmulas lácteas.
En
Venezuela tenemos todo para poder criar a nuestros hijos de forma
corresponsable. Tenemos redes de apoyo entre mujeres, entre familias, tenemos
leyes, recursos y espacios. Seguimos iluminando cada vez más nuestra conciencia
y seguimos retomando nuestra humanidad, a pesar de la amenaza constante de lo
artificial, de las fórmulas y la medicalización, es decir de la falsa
modernidad. Un llamado interno en las madres nos lleva a vivir y disfrutar de
nuestros procesos de una forma natural.
Nuestro
Comandante Hugo Chávez nos dejó las puertas abiertas para hacer de la
revolución una práctica amorosa y afectiva. Tenemos el derecho de un postnatal para
amamantar exclusivamente hasta los 6 meses y de forma complementaria hasta los
2 años. Saquemos la crianza de lo privado, que nuestros hijos inunden los
espacios laborales, vamos a compartir el espacio para la crianza dentro de la
jornada laboral, apropiémonos de las horas para amar y criar dentro de nuestra
jornada de trabajo. Por más amor para la revolución reconozcamos y apliquemos la
LOTTT y la Ley de Promoción y Protección de la Lactancia Materna que establece
el permiso para amamantar hasta los 2 años.