Por Jenny Soto
Desde
hace algunos años luzco así, hice de la maternidad mi trinchera de lucha. Voy porteando a mi bebé de 1 año, a veces también llevo de la mano a mi hija mayor que
tiene 4 años. Aunque la mayoría de las
veces ella se queda con su papá, en algunas ocasiones él también nos acompaña. Mis
hijas nunca han ido a guarderías. La gente ya nos conoce y sabe que si vengo yo,
también vienen mis hijas. Mi vínculo con ellas me permite estar en cualquier
lugar y trabajar o estudiar. Me considero una mujer y una madre con
la fuerza suficiente para defender la presencia de mis hijas en cualquiera de
estos espacios, incluso donde la mentalidad de la gente sea tan cuadriculada
como para no comprender nuestra relación.
Mis
hijas suelen adaptarse, llevan sus juguetes, sus comidas o se
armonizan tomando teta y quedándose dormidas sobre mi pecho. Si necesitan algo
me tomo una pausa o varias para atenderlas con mucha paciencia. Hay cosas que
hacía antes que no puedo hacer ahora, como ir de fiesta en la noche. Eso ya no
me interesa, para mi es vacío. Ahora empecé a encontrar lo esencial, tomé
conciencia del carácter político del ámbito personal y comprendí como el
sistema capitalista y patriarcal hace lo posible para convertirnos en máquinas
sumisas de producción en serie, como si fuéramos una cabeza y un cuerpo
separados, como si todo estuviera fragmentado y como si la vulnerabilidad de un ser fuera inaceptable.
Como
doula, siempre estoy conversando con madres y sé que no hay mujer embarazada
que no le genere ansiedad el tema de cómo armonizar trabajo y maternidad. Nos
aterra pensar en que tengamos que escoger entre el trabajo y el bebé. Incluso
yo misma, durante mucho tiempo pensé que al convertirme en madre perdería mi
libertad y mi identidad, sin embargo he podido criar, militar y encontrar mi
espacio laboral reivindicando la maternidad.
En
estos andares he recibido críticas y dedos acusadores que permanentemente están
tratando de juzgar o evaluar lo que hago como madre, que tan buena o mala soy,
cuan dedicada soy, cuanta teta doy o no doy, que si las malcrío o no, si serán
toda su vida dependientes o no y un largo etc.… muchos están para criticar, pero
no para apoyar. Primero seamos corresponsables para cuidar la vida y al mismo tiempo vivamos
maternidades libres, no hay una sola forma de ser madres, la formula correcta no
existe, dejemos de juzgarnos unas a otras, si nos equivocamos es porque también
somos libres para aprender, cada quien a su manera da todo lo que tiene.
Olvidemos los parámetros feministas burgueses que ven la maternidad como una vergüenza
o como un calvario de abnegación. Seamos madres solo por amor a la vida, sin
esperar nada a cambio, acompañemos a la maternidad.
Particularmente
pienso que nuestra vida no se detiene con la maternidad, la introspección durante
el puerperio no quiere decir que nos detenemos, lo que pasa es que la gente no
ve todo el movimiento del alma y el portal de conciencia que se abre durante la
maternidad, solo cada mujer es consciente de ello, para el resto del mundo todo
esto es invisible. Cuando retornas a la calle fortalecida, eres tú y tu bebé.
Con
la maternidad experimenté lo divino de crear y acompañar la vida, de verla
crecer, de nutrirla, de tenerla entre mis brazos y proteger su vulnerabilidad
con empoderamiento. Empecé a tener
conciencia de mi misma, del mundo, de mi cuerpo, de mi pelvis, de mi útero
creador, órgano que origina el placer orgásmico, de mis senos dadores de vida y
de medicina, también experimenté la maternidad como otro escenario de la
sexualidad femenina, otra faceta más sutil. Me siento hermosa con mi cuerpo y
con las marcas estriadas de mi vientre, huellas de la vida. Empecé a amarme y a
darme cuenta que cada célula, músculo, hueso y órgano de mi cuerpo cuenta mi
historia. Volvieron recuerdos de mi infancia, me fui a lo más profundo. Mis
hijas me enseñan el mundo desde mi reflejo en ellas. Ahora comprendo a mi madre y a
mi padre, tengo compasión por ellos y entendí que para ser madre es inevitable
mirar y escuchar hacia adentro de nosotras mismas y de nuestra memoria
ancestral.
A
pesar de todos los mitos y prejuicios sobre la maternidad, ahora percibo la vida desde una
perspectiva más consciente y activa, siento que esta experiencia me enriquece y
me permite ver el mundo desde un punto de vista que antes no conocía. Este es
mi camino y cada madre lo transita con lo mejor que puede dar.
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