Alhelí, Flor de Amor
Por Jenny Soto
Alhelí, así escucho que te llaman tus padres Miguelángel y
Ana Karina, los conocí desde que te gestaban. Me dieron toda su confianza solicitando
que los acompañara en tu nacimiento y me invitaron a su casa, enseguida tejimos
un vínculo de comadres. Tu mami sonreía mostrándome todo el arte que había
hecho inspirada por ti: mándalas, acuarelas y palabras… Yo sentí admiración y
escuché atenta cada uno de sus deseos.
Percibí a tu padre como un hombre con mucha
sensibilidad, enamorado profundamente de tu madre y de ti, dispuesto a todo el
aprendizaje de la paternidad. Ana se había preparado con mucho amor para ser
madre, lo hizo desde la conciencia, cuidando de su cuerpo, limpiando sus
pensamientos, alimentando su intuición y cantándole a su naturaleza de mujer
salvaje, la mujer que se conecta en cuerpo y alma.
El 21 de agosto mi hija Mora me despertó casi a las
5 am, gracias a ella vi el mensaje en el teléfono: “Ana empezó expansiones
desde la 1am, avísanos cuando despiertes” los llamé inmediatamente y quedamos en
encontrarnos a las 6:30 am en la clínica. A esa hora Beltrán, el médico, midió
7cm de dilatación. Tu madre estaba siendo atendida con mucho amor por tu papá,
tu abuela Doly y tu tío Rubén Darío quien estaba a cargo de la logística y de
mantener al tanto a los familiares. Inmediatamente ofrecí también mis manos y
mi energía.
Al rato las expansiones se volvieron más largas e
intensas, tu mamá gritaba, rugía y se movía, ella buscaba la armonía en su
cuerpo mientras se transformaba y su alma surgía a la superficie. Respiré a su
ritmo y me convertí en la voz que salía del fondo de su ser para recordarle su
poder para parir. Dancé junto a ella el baile de la vida, me dejé llevar por
esa danza en espiral, con los brazos abiertos hacia el cielo, arraigadas a la
tierra, rindiéndonos ante tu inminente llegada. La invité a respirar y a
exhalar lentamente durante el pico de la expansión para alejar al dolor, mamá
dejó de gritar y su voz se convirtió en un canto suave.
Cada vez nos inclinábamos más, como atraídas hacia
la tierra, Migue sostenía a mamá por la espalda, estaba totalmente presente y entregado,
le susurraba cosas al oído, también se acercaba a la barriga para llamarte a la
vida, tú te movías. Mamá me pedía palabras, solo aquellas que le resultaran
como bálsamo, como brisa fresca, aquellas que la conectaran con los dones de su
linaje materno, palabras que invocaran la presencia de sus ancestras.
La abuela, con actitud serena, se acercaba cada
tanto a ofrecer masajes sanadores, un beso, una frase reconfortante o una taza
con infusiones de hojas de higo y canela, medicina natural, útil para aligerar
el dolor de las expansiones y hacerlas más efectivas.
Unos minutos antes de tu nacimiento mamá sintió
calambres en las pantorrillas, era el cuerpo hablando, expresando algún bloqueo
energético, trayéndola al presente. Junto a la abuela hicimos masajes y mamá
pudo encontrar bienestar.
Mamá se ubicó en cuclillas para expandir las caderas,
Migue sostenía su espalda y ella apretaba sus manos, vi sus ojos volteados
hacia adentro al experimentar orgasmos durante las ráfagas. Ubicada justo en
frente de ella, empecé a ver el saco amniótico intacto que se asomaba entre los
labios vaginales. Se sentía un olor a hierro, a sangre mezclado con sudores
corporales, el olor del parto. Con alegría les anuncié que ya iba a nacer la
flor de amor.
Entonces vi tu cabeza deslizarse suavemente, de mis
ojos fluían lágrimas mientras acercaba mis manos para recibirte, sentí un
torrente de energía al tocar la humedad cálida de tu cuerpo, venías envuelta en
tu mantilla, luego se reventó el saco amniótico y en mi ropa cayeron algunas
esquirlas. Agradecí el milagro de la vida y te cubrí con mis manos mientras te
llevaba hacia el vientre de tu madre, ella te abrazó, papá soltó lágrimas,
todos contemplamos tu hermosura. Eran las 8:45 am.
Al rato recordé al famoso médico partero Michel
Odent, quien habla del “reflejo de eyección del bebé” con respecto al pujo. El
explica que cuando se les da suficiente tiempo y privacidad a las mujeres,
ellas dilatan su cérvix naturalmente hasta que se sienten preparadas para pujar
sin instrucciones de nadie y sin apuro, así como cuando estornudas o evacúas,
no se puede adelantar ni retrasar. Así fue tu nacimiento, natural, tu mamá
empoderada ni siquiera se lastimó el periné.
Después llegó el médico y vio que todo estaba bien.
Al dejar de latir el cordón umbilical papá hizo el corte y pronto alumbró la
placenta. Mamá te llevó a la altura de su pecho, los tres se miraban fijamente,
sus almas se decían cosas sin hablar. Allí el tiempo se detuvo un buen rato,
incluso sonó tu canción, “A primera vista” de Bahiano.
Tal como se espera en un nacimiento armónico,
estuviste un largo rato envuelta en la piel desnuda de tu madre, solo tenías
medias y gorrito, a ambas las cubrimos con mantas calientes. Con paciencia
esperamos a que empezaras a beber de su pecho el sagrado calostro, los cuerpos
se acoplaron con toda naturalidad. Luego el pediatra te hizo un breve chequeo, la
presencia y la voz de tu papá siempre te acompañaron para protegerte. En ese instante
mamá comió un trocito de placenta fresca, como es natural en las mamíferas, medicina
a la medida del propio cuerpo, útil para contraer el útero y prevenir
hemorragias post parto.
Yo miraba a tu madre a los ojos y me sorprendía su
brillo y su profundidad, era como percibir de un vistazo la experiencia y la sabiduría
ancestral que se concentran en su alma y se expresan en su cuerpo. Ella se veía
feliz y poderosa, era como ver algo de otro mundo. Tus ojos bien abiertos, como
quien sabe lo que quiere, buscaban esos ojos profundos para seguir tejiendo
historia. Así mismo buscabas la mirada de tu padre, seguías el sonido de su voz
y el demostraba la satisfacción de vivir un nacimiento que también fue suyo.
Estuve de visita en tu casa los días siguientes junto
a nuestra amiga Diana Vegas quien ha traducido todo un conocimiento interesante
sobre la placenta, integrando ciencia y saber ancestral. Ella convirtió tu
placenta en cápsulas y en tintura medicinal. También conversamos con mamá, papá
y abuela sobre las impresiones surrealistas del parto y lo placentero de esta
experiencia, no solo para la nueva familia que nace, sino para quienes tuvimos
el privilegio de acompañar con amor un nacimiento armónico a través de la voz
interna de la mujer sabia y el protagonismo de la tríada.
Hermosa labor Jenny, hermoso amor el de mis hermanos Ana Karina y Migue y hermosa nuestra Flor de Amor, la esperada y siempre bienvenida Alhelí. Los amo!
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