Por Jenny Soto
Politizar la crianza
Actualmente a muchas madres nos toca asumir
diferentes roles: el cuidado doméstico y de la familia, el trabajo en la calle,
los estudios e incluso la lucha comunitaria y política. En esta dinámica de
vida exigente nos preguntamos ¿cómo es nuestra maternidad?, ¿cuál es nuestra
contradicción?, ¿Están siendo atendidas las necesidades de nuestrxs niñxs?
Paradójicamente el ser humano es, entre todos
los mamíferos, la especie más dependiente cuando nace, necesita un largo tiempo
para poder valerse por sí mismo y desarrollarse, antes de eso necesita reconocimiento,
abundante sostén emocional y físico y ser amamantado.
Desde diferentes disciplinas científicas como
la psicología, la biología, la neurología, la antropología, etc. se ha
estudiado el desarrollo humano y lo determinante que es la atención de las
necesidades físicas, afectivas y emocionales para la salud integral del ser
humano, además de su impacto en la sociedad. Es en la infancia donde aprendemos
las pautas con las que nos relacionamos de adultos con el mundo. Al privar
a la cría humana del placer del contacto con el cuerpo materno se le están
violentando sus necesidades básicas,
se le está privando de conocer naturalmente el amor y se le está creando una discapacidad
para darlo. Tanto en su cuerpo como en su mente quedará esta impronta, el
mensaje que le llega es que debe suprimir sus sentimientos, invalidar sus
necesidades, desconectarse de lo que realmente es para poder ser aceptado y
sobrevivir.
Al mismo tiempo que la cría padece la
ausencia del vínculo, la naturaleza del deseo materno queda derrumbada al
seguir los patrones culturales y sociales que la infantilizan cuando
permanentemente se le dice lo que “debe hacer”. De esta forma la madre pierde
el sentido de sí misma y se divide emocionalmente, inclinándose, en muchos
casos, por tomar las decisiones que dicta un sistema deshumanizado, mas no lo
que le dice su propio ser desde la conciencia, el amor y su deseo materno.
El capitalismo se aprovecha de esta situación
para sacar dividendos. Los seres privados de amor son presas fáciles para el
sistema, sumisos ante la dominación del mundo materialista y autodestructivo,
propensos en alguna medida, a las adicciones a las drogas, al
alcohol, a la televisión, al dinero, a la frivolidad materialista y a la
violencia.
El capitalismo y el patriarcado desdeñan la
labor de la madre. En el mundo moderno la maternidad se siente como algo que
pesa, como algo que no es retribuido ni social ni materialmente, un espacio en
el que no existimos y estamos solas. Elsistema ha castrado el deseo materno, el disfrute y el placer de la sexualidad durante la maternidad. Como resultado tenemos partos y lactancias difíciles
y dolorosas, desvinculación entre padre-madre-bebé que
genera individuos deshumanizados.
Esta herida, ocasionada por el patriarcado, hace que la mayoría de las mujeres
transiten estas etapas reprimiendo sus deseos por miedo y culpabilidad,
entregando su poder, optando por cesáreas, por alimentar a sus bebés de forma
artificial (fórmulas lácteas) y luego dejarlos durante largas horas en una
“guardería”. Es decir, entregando sus crías al
sistema. Señala Casilda Rodrigañez, bióloga y escritora antipatriarcal, en su
obra La Represión del Deseo Materno y la
Génesis del Estado de Sumisión Inconsciente, quien plantea que:
“Se
trata de asegurar (por parte de el sistema) que la madre esté separada de la
criatura durante los minutos y las horas que siguen al alumbramiento, es decir,
hay que evitar que se produzca la impronta, el acoplamiento de los flujos
maternos y que se constituya la pareja madre-criatura fuera del útero. Lo mismo
que se castran a los toros para convertirlos en bueyes sumisos, hay que
eliminar la impronta que produciría una vida humana demasiado exuberante, con
demasiada energía para poderla domesticar.” (Rodrigañez, 2007)
La oxitocina, conocida como la hormona del amor, es la que se segrega
durante el orgasmo, al hacer el amor, durante el parto natural y durante el
amamantamiento, es decir, en todos los aspectos de la vida sexual humana, tanto
femenina como masculina. Desde el punto de vista neurológico, esta es la
hormona que nos permite obtener la capacidad de amar y la que permite que se
desarrollen en nuestro cerebro las áreas que favorecen la empatía y los afectos.
Junto con la oxitocina, también se segregan endorfinas
que producen un efecto placentero y calmante. Sin embargo, cuando el parto y el
nacimiento son irrespetados se corta el flujo de oxitocina y aumenta la adrenalina, hormona que se genera cuando
hay violencia, miedo o inseguridad. Así mismo, aumenta la secreción de cortisol en la madre que está estresada
y en el bebé que llora y no es atendido, esta hormona interfiere además en la
producción de leche materna y produce una intoxicación neuroquímica ya que el
cuerpo no es capaz de eliminarla.
“Las criaturas separadas de sus madres, se encogen,
tiemblan de pánico, descienden la temperatura corporal, sufren alteraciones del
ritmo cardíaco y respiratorio, incluso padecen apneas, y, en fin, todo su
pequeño cerebro es invadido por descargas de glucorticoides (cortisol, hormona
de estrés) y de adrenalina (hormona del miedo), creando una toxicidad
neuroquímica que va a ser determinante en la formación de las vías neurales, es
decir, en el sistema neurológico y neuromuscular que están en período de
formación.” (Rodrigañez, 2007)
En la cita anterior,
Rodrigañez se refiere a las investigaciones más recientes del pediatra
neonatólogo Nils Bergman sobre el proceso de formación durante la etapa primal,
(etapa de la vida que va desde la gestación hasta los 3 años de vida) las
cuales demuestran que las emociones configuran la biología y anatomía del
cuerpo humano a partir de las respuestas fisiológicas y neurológicas ante el
estado de sumisión que nos genera la privación de la experiencia del deseo materno.
Esta intoxicación se traduce en violencia hacia sí mismo y hacia otrxs, baja
autoestima y tensión muscular, según explica Rodrigañez.
Lamentablemente la oxitocina deja de estar presente
durante los partos medicalizados, las cesáreas y al suprimir el amamantamiento.
De esta forma se hace más difícil sentir AMOR. ¿Cuál es el futuro de la
humanidad sin amor? Nos preguntamos junto al médico partero e investigador
Michel Odent. Definitivamente la forma
en que se viven los nacimientos y la crianza está relacionada con nuestra
capacidad de amar, al igual que con nuestra capacidad de ser violentos.
“En las sociedades en las que la sexualidad genital está
muy reprimida, las mujeres tienen una menor probabilidad de tener partos más
fáciles, del mismo modo, la rutina hipercontroladora del proceso del nacimiento
influye en otros aspectos de nuestra vida sexual”, señala Odent en su texto, El Nacimiento y los Orígenes de la Violencia.
Estas explicaciones desde la ciencia son un gran aporte para comprender las
necesidades de los seres humanos y orientarnos hacia el Buen Vivir, es decir una
verdadera calidad de vida, no necesariamente material.
Las madres vivimos en una contradicción
permanente. Por un lado, lxs niñxs requieren de nuestra presencia constante,
nuestra mirada, nuestro cuerpo y nuestro amor. La transición desde el
nacimiento hasta convertirnos en seres autónomos con una identidad propia es un
proceso largo y distinto en cada niñx. Lo cierto es que este gran trabajo que
hacemos las mujeres, y algunos hombres responsables, es invisible para la
sociedad, como si la crianza fuera un asunto menor de la vida que se deja en
las manos de cualquier persona o institución a cambio de dinero.
Por otro lado hay una esfera pública donde
las mujeres proyectamos una imagen que satisface a nuestro ego y nos da
reconocimiento, como el trabajo remunerado o la actividad política y social
donde alzamos nuestra voz, donde existimos frente a lxs otrxs y somos “productivas”.
Desde
la lucha feminista, hemos conquistado cada vez más esa esfera pública, lo cual
es un gran logro, aunque lo hacemos de acuerdo al estereotipo masculino que
impone el sistema, como madres patriarcales sin libido, áridas, sin responder
al deseo de las crías, dejándolas al “des-cuido” en guarderías mercenarias,
viendo televisión o video juegos durante horas o llenos de objetos y golosinas,
mientras pensamos que el desarrollo absoluto o realización, tanto del hombre
como de la mujer, está en esa imagen pública. La pregunta entonces es: ¿estamos
siendo felices así? La terapeuta y escritora argentina Laura Gutman señala al
respecto en su obra Mujeres Visibles,
Madres Invisibles:
“El desafío de las próximas generaciones de mujeres es ver qué
podemos hacer para integrar los espacios de mujeres, que el feminismo en las
últimas generaciones ha conquistado (estudiar, trabajar, actuar en política),
con la maternidad. Porque el problema es que en esta conquista hemos perdido esa
otra parte que es muy femenina, es muy nuestra y también es muy poderosa. Lo
que pasa es que hemos relacionado la maternidad con un lugar de sometimiento y
LA MATERNIDAD NO DEBERÍA SER UN LUGAR DE SOMETIMIENTO Y REPRESIÓN.”
En
Crianza en Tribu, como colectivo de madres y padres socialistas, nuestra lucha es
por el reconocimiento de las necesidades de la infancia y su atención como
prioridad vital, no solo por parte de las mujeres, sino por parte de los hombres
y especialmente por la sociedad entera. Entendiendo que la insatisfacción de
estas necesidades primarias es una de las principales causas de distorsiones en
la sociedad moderna que consideramos flagelos como la violencia, la pobreza, el
egoísmo individualista, la desvinculación con el otro y con el medio ambiente,
entre otros, por cuanto esto marca al ser humano en su génesis y condiciona su
comportamiento futuro en el contexto social.
Por
tanto, demandamos estar incluidxs en la esfera pública como madres y padres, no
como máquinas. Creemos firmemente que es importante “feminizar” la esfera
pública rompiendo con la lógica del trabajo esclavizante y practicando el
trabajo liberador en armonía con los ciclos naturales de la vida, el
ecosocialismo y la crianza respetuosa como una forma de educación y lucha política
antipatriarcal.
En
el año 2012 se creó una Nueva Ley del Trabajo en la que se escuchó al Poder
Popular y se aprobó la extensión del permiso por maternidad a 6 meses. Esta ley
representa un avance en el reconocimiento de la crianza y el amamantamiento
como labores que producen bienestar social y esfuerzo. Sin embargo, el período
que la cría necesita ser amamantado es más extenso, las necesidades de lxs
bebés no tienen horario, ni fecha en el calendario, las crías no entienden la
rigidez absurda de los tiempos del sistema capitalista. Es violento someter a
las criaturas a cambios abruptos, sobre todo en los aspectos relacionados al
vínculo materno y a la alimentación.
Es
por eso que algunos movimientos del Poder Popular en Venezuela que estamos
construyendo la Matria-Patria con nuestrxs hijxs en brazos, acompañándonos como
una tribu, consideramos que existen otras posibilidades para armonizar trabajo
y vida familiar, como por ejemplo, la adaptación de espacios para la crianza en
los entornos laborales y de estudio para que lxs hijxs estén cerca de sus
madres o padres, las redes solidarias entre familias para el cuidado, la
sensibilización por parte de la sociedad para comprender y acompañar a una madre
que amamanta y el respeto hacia los hombres para que se integren a la labor del
cuidado de la vida más allá del rol de proveedores de bienes materiales. Cada
experiencia puede adaptarse de acuerdo a la diversidad de contextos.
Desde
estos movimientos estamos intentando recrear prácticas alternativas a las que
existen en el capitalismo y así avanzar hacia la construcción del ecosocialismo,
desde el reconocimiento y el respeto a la gestación, el parto, el nacimiento,
el amamantamiento y la crianza. Como colectivo, estamos acompañándonos para
promover la desmedicalización de estos ciclos vitales, la difusión de información,
la reflexión y el apoyo a las familias. Estamos alzando la voz para que las
mujeres sepan que vivir partos y nacimientos respetados no solo es posible sino
necesario. Que detrás de las fórmulas lácteas está el interés de mantener a una
población enferma para favorecer el enriquecimiento de las corporaciones
farmacéuticas y para invalidar la lucha que contra este sistema opresor podría
dar de manera imparable, una población en plenitud de condiciones saludables.
Además, detrás de una crianza que no se conecta con las necesidades de las
crías, que no valida sus sentimientos y se basa en disciplinas que castigan y
culpabilizan, está la formación de seres sumisos y obedientes a la lógica
patriarcal.
Al contrario del concepto de la crianza como un proceso individual
y privado, el proceso revolucionario en Venezuela ha inspirado su politización
y la necesidad de asumirlo de forma comunitaria y autogestionada. Pensamos que el
trabajo formal no debería ser un obstáculo para que las familias fortalezcan
sus vínculos afectivos y que el trabajo de la crianza debería ser valorado de
acuerdo a las propias necesidades de las familias y de la cría humana. Estas
necesidades son el respeto, el reconocimiento, el amamantamiento, el tiempo
para estar juntxs, el amor, la mirada, el tacto, la escucha y el placer, entendiendo
que estos aspectos están estrechamente relacionados con el continuo de los
ciclos vitales, que es nuestra conexión con la naturaleza, de la cual
provenimos.
Planteamos el tiempo y el espacio para amamantar sin que la madre
tenga que escoger entre la salud de su bebé y el trabajo asalariado para no
morirse de hambre o privarse de hacerlo por vergüenza y temor a las críticas
que genera el amamantamiento en público; implica el reconocimiento cultural y
social de la paternidad para que los hombres tengan espacio para el cuidado de
sus hijos y para disfrutar de brindar afecto en el hogar; implica el respeto al
nacimiento de los seres humanos sin que esté por encima el interés capitalista
de la industria transnacional de la salud y la alimentación y la visión de la
medicina patriarcal e implica que las mujeres decidan el cómo y el cuándo de su
maternidad libremente.
El empoderamiento de las mujeres se refiere a la capacidad para
asumir posiciones conscientes, para tomar decisiones por sí mismas y para
lograr una política de convivencia respetuosa y sin discriminación tanto en el
espacio público como en el privado. Es un poder que no se refiere a tener el
dominio sobre el otro, sino que, se genera colectivamente eliminando la
violencia y la explotación al garantizar el derecho de la mujer a tomar
decisiones sin ser juzgada.
El
trabajo liberador es el único que puede aportarnos calidad de vida. Sin
embargo, estamos dedicando más tiempo a producir para el sistema que en
nutrirnos de placer, de felicidad y de paz. Por más que trabajemos estamos siendo
pobres, vivimos enfermos pensando que es natural la falta de amor, además
estamos en una competencia, en una carrera constante que no sabemos exactamente
a donde nos lleva. La riqueza no es necesariamente material o espiritual. La
riqueza es el tiempo, ese tiempo para el BUEN VIVIR, comer juntos, amarse y
recrearse; la riqueza también es el empoderamiento al sentir de forma
consciente y placentera nuestros ciclos vitales. Cuando hablamos de feminizar
la esfera pública, hablamos de humanizarla, de visibilizar la importancia de la
familia y darle prioridad. Si democratizamos el debate en la diversidad de
contextos, conciliaremos familia y trabajo.
VER PARTE II http://crianzaentribubv.blogspot.com/2014/08/la-crianza-en-la-esfera-publica-parte-ii.html