sábado, 16 de agosto de 2014

La Maternidad y la Feminización de la esfera pública PARTE I

Por Jenny Soto

Politizar la crianza

Actualmente a muchas madres nos toca asumir diferentes roles: el cuidado doméstico y de la familia, el trabajo en la calle, los estudios e incluso la lucha comunitaria y política. En esta dinámica de vida exigente nos preguntamos ¿cómo es nuestra maternidad?, ¿cuál es nuestra contradicción?, ¿Están siendo atendidas las necesidades de nuestrxs niñxs?
Paradójicamente el ser humano es, entre todos los mamíferos, la especie más dependiente cuando nace, necesita un largo tiempo para poder valerse por sí mismo y desarrollarse, antes de eso necesita reconocimiento, abundante sostén emocional y físico y ser amamantado.
Desde diferentes disciplinas científicas como la psicología, la biología, la neurología, la antropología, etc. se ha estudiado el desarrollo humano y lo determinante que es la atención de las necesidades físicas, afectivas y emocionales para la salud integral del ser humano, además de su impacto en la sociedad. Es en la infancia donde aprendemos las pautas con las que nos relacionamos de adultos con el mundo. Al privar a la cría humana del placer del contacto con el cuerpo materno se le están violentando sus necesidades básicas, se le está privando de conocer naturalmente el amor y se le está creando una discapacidad para darlo. Tanto en su cuerpo como en su mente quedará esta impronta, el mensaje que le llega es que debe suprimir sus sentimientos, invalidar sus necesidades, desconectarse de lo que realmente es para poder ser aceptado y sobrevivir.
Al mismo tiempo que la cría padece la ausencia del vínculo, la naturaleza del deseo materno queda derrumbada al seguir los patrones culturales y sociales que la infantilizan cuando permanentemente se le dice lo que “debe hacer”. De esta forma la madre pierde el sentido de sí misma y se divide emocionalmente, inclinándose, en muchos casos, por tomar las decisiones que dicta un sistema deshumanizado, mas no lo que le dice su propio ser desde la conciencia, el amor y su deseo materno.
El capitalismo se aprovecha de esta situación para sacar dividendos. Los seres privados de amor son presas fáciles para el sistema, sumisos ante la dominación del mundo materialista y autodestructivo, propensos en alguna medida, a las adicciones a las drogas, al alcohol, a la televisión, al dinero, a la frivolidad materialista y a la violencia.
El capitalismo y el patriarcado desdeñan la labor de la madre. En el mundo moderno la maternidad se siente como algo que pesa, como algo que no es retribuido ni social ni materialmente, un espacio en el que no existimos y estamos solas. Elsistema ha castrado el deseo materno, el disfrute y el placer de la sexualidad durante la maternidad. Como resultado tenemos partos y lactancias difíciles y dolorosas, desvinculación entre padre-madre-bebé que genera individuos deshumanizados. Esta herida, ocasionada por el patriarcado, hace que la mayoría de las mujeres transiten estas etapas reprimiendo sus deseos por miedo y culpabilidad, entregando su poder, optando por cesáreas, por alimentar a sus bebés de forma artificial (fórmulas lácteas) y luego dejarlos durante largas horas en una “guardería”. Es decir, entregando sus crías al sistema. Señala Casilda Rodrigañez, bióloga y escritora antipatriarcal, en su obra La Represión del Deseo Materno y la Génesis del Estado de Sumisión Inconsciente, quien plantea que:  
“Se trata de asegurar (por parte de el sistema) que la madre esté separada de la criatura durante los minutos y las horas que siguen al alumbramiento, es decir, hay que evitar que se produzca la impronta, el acoplamiento de los flujos maternos y que se constituya la pareja madre-criatura fuera del útero. Lo mismo que se castran a los toros para convertirlos en bueyes sumisos, hay que eliminar la impronta que produciría una vida humana demasiado exuberante, con demasiada energía para poderla domesticar.” (Rodrigañez, 2007)
La oxitocina, conocida como la hormona del amor, es la que se segrega durante el orgasmo, al hacer el amor, durante el parto natural y durante el amamantamiento, es decir, en todos los aspectos de la vida sexual humana, tanto femenina como masculina. Desde el punto de vista neurológico, esta es la hormona que nos permite obtener la capacidad de amar y la que permite que se desarrollen en nuestro cerebro las áreas que favorecen la empatía y los afectos. Junto con la oxitocina, también se segregan endorfinas que producen un efecto placentero y calmante. Sin embargo, cuando el parto y el nacimiento son irrespetados se corta el flujo de oxitocina y aumenta la adrenalina, hormona que se genera cuando hay violencia, miedo o inseguridad. Así mismo, aumenta la secreción de cortisol en la madre que está estresada y en el bebé que llora y no es atendido, esta hormona interfiere además en la producción de leche materna y produce una intoxicación neuroquímica ya que el cuerpo no es capaz de eliminarla.
“Las criaturas separadas de sus madres, se encogen, tiemblan de pánico, descienden la temperatura corporal, sufren alteraciones del ritmo cardíaco y respiratorio, incluso padecen apneas, y, en fin, todo su pequeño cerebro es invadido por descargas de glucorticoides (cortisol, hormona de estrés) y de adrenalina (hormona del miedo), creando una toxicidad neuroquímica que va a ser determinante en la formación de las vías neurales, es decir, en el sistema neurológico y neuromuscular que están en período de formación.” (Rodrigañez, 2007)
 En la cita anterior, Rodrigañez se refiere a las investigaciones más recientes del pediatra neonatólogo Nils Bergman sobre el proceso de formación durante la etapa primal, (etapa de la vida que va desde la gestación hasta los 3 años de vida) las cuales demuestran que las emociones configuran la biología y anatomía del cuerpo humano a partir de las respuestas fisiológicas y neurológicas ante el estado de sumisión que nos genera la privación de la experiencia del deseo materno. Esta intoxicación se traduce en violencia hacia sí mismo y hacia otrxs, baja autoestima y tensión muscular, según explica Rodrigañez.
Lamentablemente la oxitocina deja de estar presente durante los partos medicalizados, las cesáreas y al suprimir el amamantamiento. De esta forma se hace más difícil sentir AMOR. ¿Cuál es el futuro de la humanidad sin amor? Nos preguntamos junto al médico partero e investigador Michel Odent.  Definitivamente la forma en que se viven los nacimientos y la crianza está relacionada con nuestra capacidad de amar, al igual que con nuestra capacidad de ser violentos. 
“En las sociedades en las que la sexualidad genital está muy reprimida, las mujeres tienen una menor probabilidad de tener partos más fáciles, del mismo modo, la rutina hipercontroladora del proceso del nacimiento influye en otros aspectos de nuestra vida sexual”, señala Odent en su texto, El Nacimiento y los Orígenes de la Violencia. Estas explicaciones desde la ciencia son un gran aporte para comprender las necesidades de los seres humanos y orientarnos hacia el Buen Vivir, es decir una verdadera calidad de vida, no necesariamente material.
Las madres vivimos en una contradicción permanente. Por un lado, lxs niñxs requieren de nuestra presencia constante, nuestra mirada, nuestro cuerpo y nuestro amor. La transición desde el nacimiento hasta convertirnos en seres autónomos con una identidad propia es un proceso largo y distinto en cada niñx. Lo cierto es que este gran trabajo que hacemos las mujeres, y algunos hombres responsables, es invisible para la sociedad, como si la crianza fuera un asunto menor de la vida que se deja en las manos de cualquier persona o institución a cambio de dinero.
Por otro lado hay una esfera pública donde las mujeres proyectamos una imagen que satisface a nuestro ego y nos da reconocimiento, como el trabajo remunerado o la actividad política y social donde alzamos nuestra voz, donde existimos frente a lxs otrxs y somos “productivas”. Desde la lucha feminista, hemos conquistado cada vez más esa esfera pública, lo cual es un gran logro, aunque lo hacemos de acuerdo al estereotipo masculino que impone el sistema, como madres patriarcales sin libido, áridas, sin responder al deseo de las crías, dejándolas al “des-cuido” en guarderías mercenarias, viendo televisión o video juegos durante horas o llenos de objetos y golosinas, mientras pensamos que el desarrollo absoluto o realización, tanto del hombre como de la mujer, está en esa imagen pública. La pregunta entonces es: ¿estamos siendo felices así? La terapeuta y escritora argentina Laura Gutman señala al respecto en su obra Mujeres Visibles, Madres Invisibles:
El desafío de las próximas generaciones de mujeres es ver qué podemos hacer para integrar los espacios de mujeres, que el feminismo en las últimas generaciones ha conquistado (estudiar, trabajar, actuar en política), con la maternidad. Porque el problema es que en esta conquista hemos perdido esa otra parte que es muy femenina, es muy nuestra y también es muy poderosa. Lo que pasa es que hemos relacionado la maternidad con un lugar de sometimiento y LA MATERNIDAD NO DEBERÍA SER UN LUGAR DE SOMETIMIENTO Y REPRESIÓN.”
En Crianza en Tribu, como colectivo de madres y padres socialistas, nuestra lucha es por el reconocimiento de las necesidades de la infancia y su atención como prioridad vital, no solo por parte de las mujeres, sino por parte de los hombres y especialmente por la sociedad entera. Entendiendo que la insatisfacción de estas necesidades primarias es una de las principales causas de distorsiones en la sociedad moderna que consideramos flagelos como la violencia, la pobreza, el egoísmo individualista, la desvinculación con el otro y con el medio ambiente, entre otros, por cuanto esto marca al ser humano en su génesis y condiciona su comportamiento futuro en el contexto social.
Por tanto, demandamos estar incluidxs en la esfera pública como madres y padres, no como máquinas. Creemos firmemente que es importante “feminizar” la esfera pública rompiendo con la lógica del trabajo esclavizante y practicando el trabajo liberador en armonía con los ciclos naturales de la vida, el ecosocialismo y la crianza respetuosa como una forma de educación y lucha política antipatriarcal.
En el año 2012 se creó una Nueva Ley del Trabajo en la que se escuchó al Poder Popular y se aprobó la extensión del permiso por maternidad a 6 meses. Esta ley representa un avance en el reconocimiento de la crianza y el amamantamiento como labores que producen bienestar social y esfuerzo. Sin embargo, el período que la cría necesita ser amamantado es más extenso, las necesidades de lxs bebés no tienen horario, ni fecha en el calendario, las crías no entienden la rigidez absurda de los tiempos del sistema capitalista. Es violento someter a las criaturas a cambios abruptos, sobre todo en los aspectos relacionados al vínculo materno y a la alimentación.
Es por eso que algunos movimientos del Poder Popular en Venezuela que estamos construyendo la Matria-Patria con nuestrxs hijxs en brazos, acompañándonos como una tribu, consideramos que existen otras posibilidades para armonizar trabajo y vida familiar, como por ejemplo, la adaptación de espacios para la crianza en los entornos laborales y de estudio para que lxs hijxs estén cerca de sus madres o padres, las redes solidarias entre familias para el cuidado, la sensibilización por parte de la sociedad para comprender y acompañar a una madre que amamanta y el respeto hacia los hombres para que se integren a la labor del cuidado de la vida más allá del rol de proveedores de bienes materiales. Cada experiencia puede adaptarse de acuerdo a la diversidad de contextos.
Desde estos movimientos estamos intentando recrear prácticas alternativas a las que existen en el capitalismo y así avanzar hacia la construcción del ecosocialismo, desde el reconocimiento y el respeto a la gestación, el parto, el nacimiento, el amamantamiento y la crianza. Como colectivo, estamos acompañándonos para promover la desmedicalización de estos ciclos vitales, la difusión de información, la reflexión y el apoyo a las familias. Estamos alzando la voz para que las mujeres sepan que vivir partos y nacimientos respetados no solo es posible sino necesario. Que detrás de las fórmulas lácteas está el interés de mantener a una población enferma para favorecer el enriquecimiento de las corporaciones farmacéuticas y para invalidar la lucha que contra este sistema opresor podría dar de manera imparable, una población en plenitud de condiciones saludables. Además, detrás de una crianza que no se conecta con las necesidades de las crías, que no valida sus sentimientos y se basa en disciplinas que castigan y culpabilizan, está la formación de seres sumisos y obedientes a la lógica patriarcal.
Al contrario del concepto de la crianza como un proceso individual y privado, el proceso revolucionario en Venezuela ha inspirado su politización y la necesidad de asumirlo de forma comunitaria y autogestionada. Pensamos que el trabajo formal no debería ser un obstáculo para que las familias fortalezcan sus vínculos afectivos y que el trabajo de la crianza debería ser valorado de acuerdo a las propias necesidades de las familias y de la cría humana. Estas necesidades son el respeto, el reconocimiento, el amamantamiento, el tiempo para estar juntxs, el amor, la mirada, el tacto, la escucha y el placer, entendiendo que estos aspectos están estrechamente relacionados con el continuo de los ciclos vitales, que es nuestra conexión con la naturaleza, de la cual provenimos.
Planteamos el tiempo y el espacio para amamantar sin que la madre tenga que escoger entre la salud de su bebé y el trabajo asalariado para no morirse de hambre o privarse de hacerlo por vergüenza y temor a las críticas que genera el amamantamiento en público; implica el reconocimiento cultural y social de la paternidad para que los hombres tengan espacio para el cuidado de sus hijos y para disfrutar de brindar afecto en el hogar; implica el respeto al nacimiento de los seres humanos sin que esté por encima el interés capitalista de la industria transnacional de la salud y la alimentación y la visión de la medicina patriarcal e implica que las mujeres decidan el cómo y el cuándo de su maternidad libremente.
El empoderamiento de las mujeres se refiere a la capacidad para asumir posiciones conscientes, para tomar decisiones por sí mismas y para lograr una política de convivencia respetuosa y sin discriminación tanto en el espacio público como en el privado. Es un poder que no se refiere a tener el dominio sobre el otro, sino que, se genera colectivamente eliminando la violencia y la explotación al garantizar el derecho de la mujer a tomar decisiones sin ser juzgada.

El trabajo liberador es el único que puede aportarnos calidad de vida. Sin embargo, estamos dedicando más tiempo a producir para el sistema que en nutrirnos de placer, de felicidad y de paz. Por más que trabajemos estamos siendo pobres, vivimos enfermos pensando que es natural la falta de amor, además estamos en una competencia, en una carrera constante que no sabemos exactamente a donde nos lleva. La riqueza no es necesariamente material o espiritual. La riqueza es el tiempo, ese tiempo para el BUEN VIVIR, comer juntos, amarse y recrearse; la riqueza también es el empoderamiento al sentir de forma consciente y placentera nuestros ciclos vitales. Cuando hablamos de feminizar la esfera pública, hablamos de humanizarla, de visibilizar la importancia de la familia y darle prioridad. Si democratizamos el debate en la diversidad de contextos, conciliaremos familia y trabajo. 

VER PARTE II http://crianzaentribubv.blogspot.com/2014/08/la-crianza-en-la-esfera-publica-parte-ii.html

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