viernes, 13 de junio de 2014

En mis Andares de Doula

Con mucha gente no avanza el parto

El Nacimiento de Roxana

Por Jenny Soto

Imagen Referencial
La primara vez que vi a Fabiola embarazada supe que la conocía de antes, recordé que habíamos trabajado juntas hace varios años y lo importante que era para ella su imagen física ante los demás, incluso el valor que le daba a la cirugía estética. A pesar de su narcisismo, la maternidad era un motivo hermoso para un reencuentro.
Fabiola ya cumplía casi 42 semanas de gestación y estaba ansiosa por ver a su bebé. Así que le solicitó a su médico una inducción, un día antes había tenido un falso trabajo de parto.
Con pitocin se acercó a 4 cm de dilatación, sin embargo el cérvix no se borraba y se sentía muy tenso, eran a la 2pm. La situación seguía siendo igual a las 8pm. Beltrán, el médico le presentó a Fabiola 2 opciones: cesárea o detener el pitocin y seguir intentando el parto, era probable que avanzara la dilatación y borramiento del cérvix. Ella decidió cesárea y se vino en llanto, deseaba disfrutar y sentir el esfuerzo del parto.
Durante el tiempo que Fabiola estuvo en trabajo de parto la invité a abandonarse y dejarse ir, le ofrecí alternativas para moverse, masaje y calor en la pelvis, visualizaciones y respiración. Ella había convocado a su pareja, a quien percibí un poco nervioso y esquivo, también invitó a una prima que hablaba hasta por los codos y no dejaba de relatar la experiencia de sus 3 partos humanizados. Las veces que Fabiola pudo tener más conciencia sobre su proceso fueron los momentos en los que hubo silencio e intimidad.
La mayoría del tiempo había muchas personas rodeándola, en ocasiones hasta más 4 en la habitación, a cada momento entraban diferentes familiares. Antes de que llegaran, Fabiola me comentaba que no estaban de acuerdo con la opción de parir de forma natural, pensaban que padecer ese “sufrimiento” era anticuado. Hablé un poco con los familiares para que le dieran espacio a Fabiola, pero ella sentía que desobedecía a su propia madre, a su padre y que decepcionaba a su hermana.
La invité a que se centrara en su proceso, a que liberara los pensamientos, a que sintiera amor y agradecimiento por sí misma, por su cuerpo, que buscara la imagen de su bebé, quien la necesitaba realmente. Ella empezó a llorar, incómoda por la contradicción en la que se encontraba,  no quería excluir a su familia de ese momento y hacerles un desaire o en realidad era su resistencia a mirarse a sí misma, a conectar con sus sentimientos negados y expresarse. Unas veces la vi decidida a conservar su decisión y su intimidad intentando buscar su conexión, pero la presencia de su madre pesaba más, su posición frente a ella era fuerte y su energía permanecía en la habitación por más que saliera a la sala de espera. Algo de vergüenza y miedo estuvieron presentes como patrones ancestrales a seguir y esto se materializó en una cérvix tensa que no dilataba. Hubo resistencia para desinhibirse, expresarse y dejarse llevar por las actitudes irracionales que afloran durante el parto por sentirse observada.
El trabajo de parto que vivió Fabiola antes de la cesárea le permitió tener más conocimiento de sí misma, de su cuerpo, de sus fortalezas y debilidades. En esas horas estuvo sacando a la luz emociones reprimidas e identificando los aspectos más profundos de su vida, los que a partir de ahora empezará a sanar, si se lo permite.
Acompañé a Fabiola al quirófano,  allí me confesó que la cesárea de su hermana había sido a la misma hora. Ella estaba descifrando el significado de esa sincronía, quizá se estaba dando cuenta que seguir algunos patrones familiares pesa. Fabiola vivió un proceso muy respetuoso,  estuvo consciente durante toda la operación, intenté responder todas sus dudas, darle apoyo, afecto y facilitar la comunicación con el equipo médico.
Fabiola con los labios temblorosos decía que su bebé no dejaba de moverse, sobre todo cuando estaban muy cerca de sacarla. El médico vio que había una circular de cordón, le solicitaron con insistencia a Fabiola que respirara hondo para enviarle oxigeno a su bebé, estábamos conmovidas escuchando su primer llanto. Imagino que la bebé tenía frío y tensión en los ojos por la luz, en seguida pasó a las manos del pediatra, quien la colocó sobre una superficie rígida bajo una luz aun más intensa, le aplicó colirio en sus ojos, inyección de vitamina K y una sonda por cada conducto de su pequeñísima nariz, supe que eso le dolió mucho y que no necesitaba tanta intervención. El obstetra pudo ser respetuoso durante la cesárea, pero el pediatra no. Pesó 3.8 Kg y midió 53 cm. Roxana se veía muy bien nutrida, colorada y hermosa.
Vi que el papá la observaba envuelto en llanto a través del vidrio, el no tenía idea de las rutinas que le hacían a su pequeña, Fabiola también lloraba y me decía que quería estar con su bebé de inmediato y así se le concedió después de culminar la operación. Ella recibió a Roxana con el pecho desnudo para aprovechar esa segunda oportunidad de sentir la oxitocina, la hormona del amor.

No pude contar cuantos familiares había al final, sé que nos tropezábamos en la habitación, me despedí y me retiré satisfecha porque Roxana fue recibida con amor y a pesar del silicón, su madre asegura que la amamantará exclusivamente y a libre demanda.

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